sábado, 23 de noviembre de 2019

Eleonor

Me resetearon tantas veces que ya no se cual es mi realidad. Si lo que recuerdo pasó, si fue en esta vida o producto de mi imaginación.
No tengo en claro qué versión de mi es la que soy. Si la que te ignoró, la que te habló primero, la que cruzó de vereda o la que te devolvió un beso.
¿y si no aun no te encontré en esta vida? No importa.
Me resetearon tantas veces que ya no se cual es mi realidad. Si lo que recuerdo pasó, si fue en esta vida o producto de mi imaginación.
No tengo en claro qué versión de mi es la que soy. Si la que te ignoró, la que te habló primero, la que cruzó de vereda o la que te devolvió un beso.
Y si no te encontré en esta vida, no importa. Siempre buscamos la forma de encontrarnos. En cualquier realidad.

Anagonye

La tarde está cayendo en la plaza y un señor delgado, de aspecto burgués y porte recto está sentado en un banco frente al mío. Baja el mentón y su mirada busca el reloj de pulsera en su muñeca. Sube la cabeza la dirige a la derecha y luego hacia la izquierda. Después posa su vista en un punto fijo cerca de mi cara. Se lo nota impaciente.
La acción se repite sin excepción cada dos o tres minutos con la precisión de un segundero.
¿A quién esperará ese señor en ese banco? ¿Estará ese banco tan frío como este? -Me pregunto-.
Pienso quién lo construyó y quién fue la primera persona en sentarse sobre él. Quién lo pintó y quién volvió a pintarlo al descascararse la pintura original.
¿cuántos vagabundos habrán dormido sobre él? ¿habrán pasado frío? ¿cuántas parejas de adolescentes se habran besado, sentados, entrelazando sus piernas y otros arrumacos? ¿habrá durado su amor? ¿habrán sido los mismos que grabron en él corazones flechados con sus iniciales? ¿cuántas parejas se habrán formado allí? ¿y cuántas habran discutido hasta romper? ¿cuántos corazones rotos habrá presenciado ese banco? ¿lo habrá sentido? Claro que no ¿qué clase de pregunta es esa?
¿A cuántas personas habrán dejado plantadas esperando ahí, mirando el reloj hacia la derecha y hacia la izquierda, reperidas veces, como el señor? ¿a quién esperará ese señor...? ¿y el señor? Miro el banco y el señor ya no está sentado en él. 
¿cuántas cosas más se me van a escapar en la vida por perseguir preguntas sin respuestas sobre un insignificante banco de plaza?
Lo cierto es que si sigo acá sendo. Nunca lo sabré.

viernes, 22 de noviembre de 2019

No hay noche en la que ella no aparezca en mi mente.
No es voluntario. Simplemente sucede.
Es que ¿cómo es posbile olvidar a quien te cambió la vida? ¿cómo es posible no percibir su ausencia? ¿cómo vivir con la idea de no volver a verla jamás?
Hay almas que nacen para encontrarse en vida y hay otras que están destinadas a unirse al abandonar este plano.
Al irse me dijo 《nos vemos en otra vida》 pero ¿qué sabrá ella de otras vidas? Si a duras penas pudo transitar esta.
El tiempo le dará la razón. O no. No me sentaré, tampoco, a esperar la respuesta.

Soledad

Se llamaba Soledad. 
Pero no estaba sola:
Sus fantasmas vivían con ella.
Eran tantos que no podía contarlos, aun si hubiese querido.
Durnte la noche eran el peor de sus tormentos, la acechabn, condenandola, así, al insomnio eterno.
Se llamaba Soledad.
Pero no estaba sola: 
La habitaban heridas. Algunas viejas, a medio curar. Algunas nuevas, frescas, ardientes.
Cicatrices, rasguños, golpes, puñaladas. Heridas de guerra, batallas al corazón.
Se llamaba Soledad.
Pero no estaba sola:
Estaba presa de sus miedos. Los peores temores que pudo alguna vez imaginar.
Miedo al vacío, a la existencia sin un otro, a enfrentarse consigo misma. Se negaba.
Se llamaba Soledad.
Pero no estaba sola:
Estaba con ella misma. Y logró enfrentarlo.
Ahuyentar sus fantasmas, curar sus heridas, enfrentar sus miedos, conocerse, aceptrse.
Se llamaba Soledad.
Pero no estaba sola:
Estaba con ella misma. Y eso era ya más que suficiente.
Porque se amaba, se respetaba y se quería.

miércoles, 17 de abril de 2019

Clara

Clara sólo estaba segura de una cosa. Sólo de una cosa estaba segura: nunca habría de decir nunca. Y nunca lo decía.
Hasta que un día lo dijo: 《nunca volveré a enamorarme》. Qué ilusa, pobre muchacha. No tenía idea lo que decía.
Como si el amor fuese algo sobre lo que se decide. Como si no fuese una sierra eléctrica fuera de control que te descuartiza hasta el alma y te deja inmóvil, en pedazos.
Creía que con decirlo lo materializaba. Y entonces lo dejo ir. Lo dejó ir sin peros. Lo dejo ir descuartizada. Lo dejó ir: enamorada.

Nuestro: para siempre

Sus ojos color verde oliva se posaban, suavemente sobre mi triste mirar.
Esa vez como tantas otras veces ¿y cómo podía yo saber que esa sería la última? De haber sido consciente le hubiese pedido que no parpadee de más, que no desvíe la mirada ni media fracción de segundo y hubiese rogado a Cronos que detenga el tiempo ahí. En ese instante. Nuestro: Para siempre.

martes, 2 de abril de 2019

De tu lado de la cama

De tu lado de la cama hay un vacío, un hueco algo sombrío.
Quedaron sueños, metas, proyectos,
deseos que no son míos.
Sopla el viento, atraviesa el frío.
se da lugar al hastío.
De tu lado de la cama hay un silencio
tan profundo, tan abismal
que a quien tocase podría matar.
Había un aroma que hoy sólo es un memento y al sentirlo es más frio que el pavimento.
De tu lado de la cama, nuevos desafios debo construir.
Mientras los descifro, en el medio he de dormir.

Jaque Mate

¿Y para qué empezar el juego? ¿para qué jugarlo? ¿con qué propósito dejar que avance la primera pieza blanca? ¿para qué iniciar una batalla que puede durar tanto tiempo? Entonces, simplemente, tiro abajo el rey, lo derrumbo, acepto la derrota y me doy por vencida.

Confía

No hay necesidad, muchacha,
de echar agua por los ojos.
El mundo va a regalarte
miles de atardeceres rojos.
Y cuando los veas vas a sonreir,
pues tu risa es la finalidad de su existir.
No hay necesidad, muchacha,
de ese pesar en el alma.
Vendran ya tiempos mejores,
dispuestos a traerte calma.
Cuando las cosas pasan,
confía, lo hacen por algo.
Ocurren quizás, de pronto, para despertar tu corazón del letargo.

sábado, 16 de marzo de 2019

Tanto

Y me gustás.
Tanto que quisiera sentirme segura para avanzar como en un sendero soleado.
Pero lo cierto es que me estanco: en arenas movedizas, en un terreno empantanado.
Y me gustás.
Tanto que correría kilómetros para perseguir felicidad.
Pero lo cierto es que eso implica coartar libertad.
Y me gustás.
Tanto que desearía no estar tan rota y poder darte lo que merecés.
Pero lo cierto es que para darte eso tengo que estar entera para hacernos crecer.
Y me gustás.
Tanto que prefiero verte libre y no ser yo quien provoque que tu corazón se desequilibre.

jueves, 14 de marzo de 2019

Tanto quise

Quise encontrar algo que impidiera que me haga a un lado y cambiara de camino.
Y busqué en tu alma, busqué en tus ojos y también busqué en tu ombligo.
Quise transformar el cielo buscando pájaros que alzaran vuelo cuando en realidad había nubes grises del color de mi desvelo.
Quise encender algo que ya se había extinguido. Como quien intenta soplar cenizas de un cenicero vacío. 
Quise tanto, tanto quise, que al final todo deshice.

María

Su mirada alegre oculta, en realidad, algo que al pensarlo aterrador resulta. Al penetrar en otras roba almas, las succiona, las aprisiona : jamás las abandona.
La idea de terror cesa. La celda es envidiada por cualquier ser en el planeta. Cálida, armónica, y tenue provoca la más linda sensación. Y hablo, nada menos, que de su tierno corazón.
Más que absorberlas las atrae, entran por propia voluntad, guiados por el inmenso amor que destila en su libertad.
Arma y desarma a la gente a su antojo y le basta, simplemente, con mirarla a los ojos. 
Nutre de ternura las almas que atrapa y defiende su integridad con escudo y capa.
Nada en su corazón las puede dañar porque jura defenderlas de cualquier tempestad.

jueves, 28 de febrero de 2019

Dos palabras

Las palabras acababan de salir de mi boca. Sus ojos pasaron de empañarse a inundarse en una fracción de segundo. El pelo le revoloteaba por las mejillas húmedas preso del viento que nada aplacaba en el abismo. Sus labios, receptores de lágrimas, yacían inertes.

Nos hallabamos casi en penumbras. El sol se había apagado ya hacía rato y nuestros ojos se adaptaban a la ausencia de su refulgencia extinta luego de un bello atardecer.

En mi mente resonaba mi reciente dicción. Me preguntaba si había sido el momento correcto, los términos justos, el tono adecuado. Sus gestos se tornaban difusos, intermitentes, desconcertantes. Las mejillas, puentes del llanto, oscilaban de un lado a otro dependiendo de dónde el viento posaba su cabello.

El suelo aún estaba caliente, las nubes toldaban las alturas y bandadas de pájaros sobrevolaban nuestras cabezas con una furia rocambolesca, sinónimo de que una tormenta se avecinaba. Una o dos. Ya que, inconscientemente, esperaba también la que estaba a punto de estallarme en la cara cuando el llanto cesara.

Los minutos transcurrieron y, de pronto, movió los brazos, se secó las lágrimás con la tela de las mangas de la camisa, tomó aire y rompió el silencio. En ese preciso instante un trueno resonó en los aires y la lluvia irrumpió la escena empapándonos de pies a cabeza. Ambas tormentas acechándome. Una por arriba y otra frente a mí.





viernes, 22 de febrero de 2019

De su existir

Confundía a los integrantes de The Beatles entre sí, a Charly con Fito, a Luis Miguel con Cristian Castro. Pero habia algo en ella que me volvía loca.
No sabía usar el control remoto. Tocaba todos los botones, desprogramaba todo artefacto electrónico a su alrededor. Pero, por favor, cuanto me gustaba.
Manchaba el techo con salsa de tomate tan sólo al hervir huevos. Y ensuciaba cuatro ollas, dos sartenes y tres vasos sólo para hacer un sándwich. Pero nada de eso impedía que el amor fuera más fuerte.
No retenía ni un número de dos cifras y tenía que repetirle las cosas más de cinco veces para que captara, al menos, la mitad. Pero, mierda, cuánta magia había en sus ojos.
Ponía talco en el piso y pasaba los pies por encima del montón antes de ponerse las zapatillas y el cuarto quedaba blanco y resbaladizo. Pero, carajo, cuánto transmitía su sonrisa.
Me miraba. Con sus ojos grandes clavados en los míos y, sin más, perdía la noción del tiempo. Y, sólo por eso, pude con las confusiones de artistas, su incapacidad tecnológica, la salsa en el techo, su memoria de pez, el talco en el suelo y el desastre entero que significaba su existir. Porque era, ni más ni menos que, mi razón de reír.

domingo, 10 de febrero de 2019

A veces es necesario

Su rostro tenso, el ceño fruncido, los ojos clavados en mi. Mi mirada devolviendo el gesto, queriendo decir tanto pero mis labios no cooperaron. Quizas por miedo o por cobarde, tal vez.
- Ni se te ocurra decirme nada - espetó.
Pero que me niegue la palabra fue como pasarle por la cara un trapo rojo a un toro. Ella era el trapo y yo, sin poder contenerme era el toro.
Mis labios se despegaron, la boca esbozó una vocal más ningún sonido emanó hacia afuera.
Mi mandíbula se detuvo y fueron los pies quienes tomaron las riendas. Avanzaron hacia la puerta, sin propósito, sin rumbo. A veces es necesario simplemente cruzar una habitación, después otra, luego otra hasta llegar al exterior y así, como quien no quiere la cosa, un pie delante del otro, no aminorar la marcha y seguir hasta donde decidan que quieren detenerse.
Y así lo hicieron. Caminaron hasta llegar al sitio donde la conocí. Se detuvieron. Reposaron dos segundos y emprendieron el camino de regreso para que por fin la vocal coartada saliera a la luz junto con otras consonantes. Pero esta vez, su articulación sería otra. Ella ya no era un trapo y yo ya no era un toro.
Porque a veces es necesario simplemente cruzar una puerta y caminar sin rumbo hasta donde nuestros pasos necesiten llegar.

martes, 15 de enero de 2019

Verónica

Verónica tiene pasos ligeros, que la llevan por un sendero dónde el destino marcó que ha de ir.
Verónica tiene sueños, bellos, cortos sin otro dueño, sueños que han de suceder.
Verónica tiene un gato y una piedra en su zapato que ha veces le ha de molestar.
Verónica usa botas, de sus ojos rara vez caen gotas porque no ha de demostrar.
Verónica cree que entiende que el amor no es para siempre pero seguro ha de durar.
Verónica tiene miedo, rara vez dice 《te quiero》 por si la han de lastimar.

domingo, 13 de enero de 2019

Revelación

Aunque me dolió entendí:
Que no vale la pena gastar tiempo en alguien que no te valora,
que no hay que querer a alguien que te quiere sólo cuando quiere.
Me di cuenta que no tenés que mojarte por alguien que siempre está seco, ni esforzarte por quien no mueve un músculo.
Pero, sobre todo, no merece la pena dedicarle tu insomnio a alguien que está dormido.