viernes, 28 de marzo de 2014

Aprender a vivir con el dolor

Hay más de 300 tipos de migraña. No tienen causa, no tienen cura y en cada persona es diferente. Si naciste con Migraña, a menos que encuentres justo un tratamiento que de en la tecla, es un "Ajo y Agua" de por vida. Podés tratarla, sí. Pero te dan mil pastillas diferentes, para el Alzheimer, para la artritis, para regular la serotonina, para la epilepsia.. y puedo seguir nombrando padecimientos. Se supone que combinadas deberían prevenir el dolor. Adiviná qué? No lo hacen. Efectos secundarios? Miles. Se te puede bajar o subir la presión, aumentar o disminuir el colesterol, puede crecerte otro brazo u otra pierna. Pero el dolor, ese sigue estando.
  Ésta es crónica. La cabeza te duele los 365 días del año (366 en año biciesto) los 7 días de la semana, las 24hs del día. Hagas lo que hagas, estés donde estés te duele. Te la diagnostican a los 5 años: Migraña sin aura. Empezás un tratamiento con un neurólogo y después de mil preguntas y mil pastillas, no da en la tacla. Así, vas cambiando de doctor y de tratamiento hasta que la cantidad de profesionales visitados a tus 20 años duplica tu edad. Y el dolor? Ahi sigue, firme al pie del cañón.
  Cada vez te negás más a empezar. Pero nunca perdés la esperanza. Arrancás con un neurólogo de cero y ya sabés que se viene: -"Te duele la cabeza?" -"Sí", -"Cuánto y con qué frecuencia?" -"La intensidad varía, pero todo el tiempo y generalmente mucho", -"Dónde te duele?" -"En todos lados, de a ratitos. Cuando empezamos a hablar me dolía arriba del ojo, ahora me duele atrás..", -"Mareos, vómitos?" -"Depende, pero generalmente no".... Se te cruza por la cabeza armar un discurso, grabarlo y ponerle Play en la primera visita. Después de todo este circo, arrancás el tratamiento, esperanzada de que no te crezca otro brazo mientras intentás ver el progreso que nunca se da. Y el dolor? Quizás siga igual, quizás aumente. Pero irse, jamás.
   Entonces te vas resignando y aprendés a vivir con el dolor. De hecho no sabés lo que es ir por la vida sin él. Y van, vos y tu migraña, juntos a la par. Es como un lazo de sangre, esos que no elegís. Se torna una convivencia. Sí, puede analizarse así. Se vive "bien", tolerable, porque en días "normales" el dolor es "nivel resaca", y mal o bien es a lo que tenés que acostumbrarte. Lo jodido es cuando llega la crisis. Es como si tu concubino en esta convivencia empezara a torturarte. Te duele más, más de lo "normal", la luz te fulmina los ojos, el ruido se potencia y te retumba. Sentis que la cabeza te late, se comprime y se descomprime, como si algo adentro fuera a explotar. Tensas la espalda, apretás los puños, las lágrimas se te empiezan a caer solas y mientras más llorás, más te duele y mientras más fuerza hacés para reprimilo, es peor. Es como si te agarraran la cabeza con una máquina compresora y encima llena de agujas. Se te cruzan por la mente mil cosas: Que preferis matarte a seguir aguantando eso, que en 5 segundos puede darte un ACV, que si por esas casualidades de la vida te llegás a dormir, no te vas a despertar más... A veces se te cruza imaginarte qué pasaría si depositaras ese dolor en otra persona unos 2 minutos, como para que entiendan lo que sentís. Y te los imaginás tirandose al piso, agarrándose la cabeza  gritando que es insoportable. Y quizas te rias, porque te das cuenta la magnitud de lo que soportás. Y aún así es un dolor que no le desearías ni a tu peor enemigo.
  En fin, los médicos te dicen que te encierres a oscuras, sin ruido y en lo posible acostado. Lo intentás una vez, dos... y te das cuenta que es peor. Imaginate sentir todo eso en el medio del silencio; Te volvés loco. Es una tortura el doble de fuerte. Y más sabiendo que puede durar días o una semana. Entonces a pesar del dolor, hacés tu vida, ponés la música más fuerte, si total, no se te va a pasar. Al menos es tortura musicalizada....
   Muchos me preguntan qué siento. Eso siento. Y dicen que debería vivir amargada y de mal humor, pero sé que hay cosas peores. La sonrisa y el buen humor no los pierdo nunca, porque vivir sin una sonrisa en la cara no es vivir.