martes, 7 de agosto de 2018

Un abrazo quema males
los incinera, los pulveriza.
Sube defensas y,
como un campo invisible
cubre ambos cuerpos
con un lazo tan fuerte
que ninguna fuerza podría quebrantar.


Un abrazo tritura miedos
los machaca, los hace esquirlas.
Derrumba todo temor
siembra sueños y cosecha amor.

Un abrazo ahuyenta dudas,
las espanta, las tira lejos.

Transmite que todo está bien,
que todo es posible.


Un abrazo acerca, acerca corazones:
los nuestros.


Dejame decirte,
si aún no es muy tarde
que no extraño nada
ni siquiera tu olor.

Es justo, lo siento
se fueron de mí
los recuerdos pasados
que solo dolían,
de nada servían
ni siquiera de motor.

Busco todavía en el viento
esas palabras que en él nacieron
y con la primer correntada,
como si nada, se fueron.
Léjos, a otro mundo, a otro plano,
a otros oídos.

Hoy otros poemas habitan mi mente
nada me ata, ni me frena, ni me coarta.
Hallé la luz destinada a mi ser.
Mi guía, mi lazarillo, mi norte.
Es acá donde me quiero plantar.

Memoria Selectiva

La conocí una noche fría de domingo, la vi apenas cruzó la puerta. Hacía calor y llovía. La ventana estaba entreabierta y se colaba algo de luz. Era una bella mañana y el sol brillaba fuerte. Me paralicé unos segundos al chocarme con sus ojos. Redondos, intensos, fulminantes, de un negro penetrante, de pupila inquieta. Ciento ochenta y siete pestañas en el párpado superior derecho, ciento setenta y dos en el izquierdo. Setenta y dos en el inferior —por arriba de un lunar algo claro casi pegado a su nariz— y setenta y nueve en el opuesto. Me senté frente a ella y charlamos lo que duró esa tarde de jueves hasta que tuvo que partir.