lunes, 1 de julio de 2013

Enterrada viva en el Blues

Un estadio repleto, de un momento a otro reinaba el silencio hasta que aparecías vos, un pequeño ser de tez blanca que se transformaba en un gigante cuando tu tristeza tomaba forma de voz y tras el primer grito que emitía, desde lo más profundo de tu ser, rompía ese silencio y helaba la sangre de todos los presentes. Dicho de tu boca, hacías el amor con veinticinco mil personas desde el escenario  y, después, te volvías a casa sola. Aunque parezca contradictorio, era la soledad tu eterna compañera.
    Fuiste hermosa, loca, rebelde, libre, impactante, brillante y fugaz. Sobre todo fugaz. Tu soledad y vos le dieron mucho al mundo y a la música, en un momento histórico donde el hombre pisaba por primera vez la luna, tu voz brillaba más, incluso, que la luna misma y le regalabas a la historia de la música tus últimos gritos entonados de libertad y locura, el último fogonazo de una estrella cerca de apagarse. Esos gritos no eran más que tu alma expresándose desesperada para que alguien te escuche. Tu alma reprimida y sola, haciéndose notar y diciendo “acá estoy, mírenme”.
    Mirándote sobre el escenario, nadie podía imaginarse el dolor que sentías por tu soledad, que desde tu infancia te sentiste sola, acomplejada y siempre trataste de ser querida y que tu voz desgarrada solo era una muestra del estado en el que se encontraba tu corazón. Debe haber sido por eso, no solo por la moda y el furor del momento en el ambiente del rock,  que recurriste alalcohol y a las drogas para refugiarte de tus temores, de tus pesadillas.
    En el amor jamás tuviste suerte, todos te utilizaron, nadie hubiera permanecido a tu lado si no hubieses sido quien fuiste, incluso ni siquiera se hubieran fijado en vos. Pero aun así dejaste todo por aquellos que formaron parte de tu vida, aunque fueran inconstantes y te hicieran sufrir. Planes de boda inconclusos, una idea de familia feliz aunque ni vos sabías donde entraba en ella, tu mejor amiga y amante, de quién nunca quisiste desprenderte tampoco.
   Siempre hiciste bromas sobre la muerte, incluso después de la partida de este mundo de Jimmy, dijiste que no ibas a morir el mismo año que él, que vos eras más importante. Sin imaginarte si quiera que apenas tres semanas después, también formarías parte del enigmático “Club de los 27”.
    Buscabas muestras de amor por donde fuera, siempre fuiste así: te tirabas dentro de un pozo y después llamabas a alguien para que te demostrara que te quería sacándote de ahí. Entonces te dabas vuelta y te tirabas en otro, pero más hondo, y antes de que lo notes, esa persona se sentía como un idiota y te dejaba ahí tirada. En esos pozos donde tedejabas caer, había drogas, alcohol y soledad.
    Tu última noche no fue la excepción. La noche del 4 de octubre de 1970 a la 1.13am, te tiraste a un pozo del que nadie te rescataría. Como de costumbre, tu novio y tu amante te fallaron, no acudieron a tu llamado y te apagaste para siempre. Dejaste inconcluso tu último sencillo “Enterrada viva en el blues”, la parte instrumental estaba lista, esa noche grabarías la voz para inmortalizarla, pero no lo hiciste.
    Tu psicodélico 
Porsche 356 C descapotable estacionado todavía en la puerta del hotel donde te hospedabas fue la señal de que algo no estaba bien esa mañana. Fue en ese momento donde todos los que pertenecían a tu círculo, se dieron cuenta de lo que había pasado. Y que ya nada podían hacer para cambiarlo. Esas personas hoy aseguran que todavía estás en esa habitación. Las cosas se mueven de lugar, las puertas se abren y el teléfono suena sin razón. No es tan extraño después de todo. Podría decirse que volvés para sentir un poco de compañía.
    “Pearl”, “Dama blanca del Blues”, “Bruja Cósmica”… Fuiste hermosa, loca, rebelde, libre, impactante, brillante y fugaz. Moriste en compañía de quien más temías: La soledad. Fuiste y sos un ícono de tu época, te fuiste como viviste. Siempre dijiste: “Tal vez no acabes siendofeliz (…) pero si no lo intentás, es como suicidarte el día que nacés”. Quizás no fuiste feliz, quizás lo sos ahora. Nadie lo sabe. No te suicidaste, simplemente nadie te rescató. Y fuiste, para siempre, enterrada viva en el Blues.