sábado, 4 de enero de 2020

Incendio en Ciudad Gótica

Antes de aquel domingo contemplar la lluvia por la ventana me daba una sensación de nostalgia con imágenes mentales en sepia.

No hubiese imaginado jamás que a partir de ese día ese mismo panorama llevaría mi mente al mismísimo instante en que el freno de mano se aflojó y nuestros cuerpos y almas fueron libres, plenos, salvajes y felices. Fusionados en un mar de sábanas arrugadas que más tarde se convertirían en mantel, luego en cortina y semanas después se fundirían en butacas.

Versear el abecedario a nuestro antojo: ir y venir por las letras. Saltearlas, retomarlas, hacer rancho en ellas, avanzar, retroceder, cambiar de idioma, poner un que otro bis.

Un domingo, un cielo gris, un tipo de pasta, un mamífero de mar, un expendedor de agua ¿cuántas cosas más nos quedan por resignificar? No espero una respuesta a ese interrogante. Prefiero seguir contemplando la lluvia, reviviendo momentos y dejar que las ratas bailen la tarantela libres agitando un próximo encuentro que apague el incontrolable incendio en Ciudad Gótica.