viernes, 30 de noviembre de 2018

Tu sonrisa como bandera

Era la tarde de lluvia menos tranquila de mi vida. Amo ese clima, lo disfruto. Pero todo lo que pudo salir mal, salió mal. Frustrada, empapada y triste emprendí el camino a casa. Tomé un atajo mientras mi mente repasaba tortuosamente una y otra vez las cosas que habían arruinado la jornada, todo lo que pudo ser diferente. Una lágrima brotó de mi ojo izquierdo seguida por una del lado opuesto. Otras tantas decidieron seguirlas. Mis pies avanzaban solos casi arrastrándose. Mi cuerpo encorbado, cabizbajo y pesado.
No sé por qué pero llegado un momento una fuerza me llevó a levantar la vista y ahí fue donde te vi, parada contra una pared esperando andá a saber a quién con apuntes en la mano. No tenía idea de quién eras pero me miraste, tan fijo que senti tus pupilas penetrando todo mi ser y fue entonces cuando sucedió: sonreiste. Me sonreiste. Y esa sonrisa iluminó todo el lugar, me enderezó no solo el cuerpo sino también el alma y me vibró el corazón ¿Cómo pudiste saber que la necesitaba? ¿cómo pudo esa sonrisa cambiar todo mi día en esa fracción de segundo mandando la tristeza que cargaba a otra dimensión? Y, ¿cómo podía saber yo que esa sonrisa que me salvó sería la que nos levantara meses después a todas las que reclamamos tu justicia?
Llevo tu mirada en el corazón. Todavía me sana. Tus gestos en el alma para curar las penas. Y tu sonrisa como bandera.

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Ann