martes, 5 de mayo de 2020

Cafuné

La ansiedad ahoga mi alma,
me inunda los pulmones y
me estruja el pecho.
El insomnio se apodera de mi mente
forzandola a permanecer
en una vigilia constante.
Los músculos se tensan.
La respiración se acorta, se acelera.
Sin embargo, su mano se acerca.

Las suaves yemas de sus dedos
recorren mi rostro. Lento.
Dibujan círculos,
juegan a contornear cada razgo,
sin apuro, sin apremio: cafuné.

El corazón calma sus latidos.
El sonido de su respiración
se entremezcla con el de la mía.
La punta de sus dedos
da vueltas en mi ceño
quitando,poco a poco, la tensión
que en él habita: cafuné.

Resbalan por la nariz hasta la punta,
trampolín directo a mi boca.
Delinean mis labios,
revolotean mis mejillas: Cafuné.

Se deslizan, ahora, por la frente.
Se extienden por el largo del cabello
y repiten la secuencia una y otra vez
hasta que el último suspiro
se lleva por completo el resto
de opresión en mi cuerpo: cafuné.

Mis ojos se cierran, mi alma se libera,
los pulmones se secan y el pecho se descomprime.
Ni un músculo queda ya tenso.
Ambas respiraciones son profundas.
Se encuentran, se funden:
como si siempre se hubiesen pertenecido.

1 comentario:

Ann