miércoles, 6 de enero de 2021

La temperatura justa

La pava nueva no me avisa cuando el agua está a punto para el mate.
No la conozco, no me conoce. No nos conocemos.
La pasa de temperatura. Porque no me llama y me olvido que la puse a hervir.
Hasta, a veces, la pasa tanto que sale por el pico apagando el fuego al mojar la hornalla.
Mi pava vieja jamás hubiese hecho eso.
La conocía, me conocía. Nos conocíamos.
Cuando faltaba un grado ya empezaba a silbar bajito, muy bajito.
Y cuando estaba en el punto justo no tenía ni que afinar el oído.
Entraba a la cocina y extinguía el fuego sin dudarlo.
Sin miedo a que esté pasada, sin temor a que esté aun fría.
Pasamos tardes enteras comunicándonos. Me dio los mates más a punto de mi vida.
Pero un día se cayó y se abolló en un costado.
El vapor resonaba distinto, casi que no silbaba pero vibraba por el desequilibrio.
Y nos entendíamos igual.
Me sugirieron que no la use más. Que me compre otra.
Pero aprendí a conocerla aun ya sin su sonido.
Una tarde no la escuché vibrar. Fui a ver qué ocurría y, para mi sorpresa, la hornalla estaba apagada.
Por esa abolladura comenzó a filtrarse agua. Nada de parches, los parches no sirven.
Me compré otra.
Esta: la nueva, la que no conozco ni me conoce.
La que no me avisa cuando el agua está a punto para el mate.
La que no me habla y me olvido que puse a hervir.
Tendré que buscar, quizás, la forma de comunicarme con ella. 
Puede que con el tiempo aprendamos a llevarnos mejor.
Y me regale mates con la temperatura justa.
Mi pava vieja cumplió su ciclo.
Le hice más agujeros y ahora es una bella maceta que me regala el aroma de una flor hermosa.
Hay días que me siento entera, silbando como ella.
Otras un poco abollada y vibro por no estar estable.
Y a veces toca empezar de cero y no emito sonido, como la nueva.
Quizás es cuestión de entrar en confianza.
Tal vez la conozco más de lo que creo.
O ella me desafía a mi a que afine el oído para por fin conocernos.


jueves, 15 de octubre de 2020

Dueños de nadie

 Acto seguido dió media vuelta y enfiló pa' la puerta

¿acto seguido a qué? Si ni siquiera entendía qué mierda acababa de pasar. 

-Pero, pará, hablemos ¡no te podés ir así! -grité- tenemos que hablar.

Y se fue, nomás ¿pa' qué se iba a quedar? Si la voluntad es algo que es solamente nuestro.

Si ya había dicho todo lo que tenía pa' decir ¿pa' qué se iba a quedar? 

¿quién soy yo pa' decirle que no se podía ir? ¿quién me dijo que podía decidir que teníamos que hablar?

Mejor la próxima le invito a quedarse, a charlar. Pa' que nos entendamos mejor. Si quiere, claro. 

A fin de cuentas, no somos dueños de nadie. Ni siquiera de nosotros mismos.


martes, 5 de mayo de 2020

Cafuné

La ansiedad ahoga mi alma,
me inunda los pulmones y
me estruja el pecho.
El insomnio se apodera de mi mente
forzandola a permanecer
en una vigilia constante.
Los músculos se tensan.
La respiración se acorta, se acelera.
Sin embargo, su mano se acerca.

Las suaves yemas de sus dedos
recorren mi rostro. Lento.
Dibujan círculos,
juegan a contornear cada razgo,
sin apuro, sin apremio: cafuné.

El corazón calma sus latidos.
El sonido de su respiración
se entremezcla con el de la mía.
La punta de sus dedos
da vueltas en mi ceño
quitando,poco a poco, la tensión
que en él habita: cafuné.

Resbalan por la nariz hasta la punta,
trampolín directo a mi boca.
Delinean mis labios,
revolotean mis mejillas: Cafuné.

Se deslizan, ahora, por la frente.
Se extienden por el largo del cabello
y repiten la secuencia una y otra vez
hasta que el último suspiro
se lleva por completo el resto
de opresión en mi cuerpo: cafuné.

Mis ojos se cierran, mi alma se libera,
los pulmones se secan y el pecho se descomprime.
Ni un músculo queda ya tenso.
Ambas respiraciones son profundas.
Se encuentran, se funden:
como si siempre se hubiesen pertenecido.

sábado, 4 de enero de 2020

Incendio en Ciudad Gótica

Antes de aquel domingo contemplar la lluvia por la ventana me daba una sensación de nostalgia con imágenes mentales en sepia.

No hubiese imaginado jamás que a partir de ese día ese mismo panorama llevaría mi mente al mismísimo instante en que el freno de mano se aflojó y nuestros cuerpos y almas fueron libres, plenos, salvajes y felices. Fusionados en un mar de sábanas arrugadas que más tarde se convertirían en mantel, luego en cortina y semanas después se fundirían en butacas.

Versear el abecedario a nuestro antojo: ir y venir por las letras. Saltearlas, retomarlas, hacer rancho en ellas, avanzar, retroceder, cambiar de idioma, poner un que otro bis.

Un domingo, un cielo gris, un tipo de pasta, un mamífero de mar, un expendedor de agua ¿cuántas cosas más nos quedan por resignificar? No espero una respuesta a ese interrogante. Prefiero seguir contemplando la lluvia, reviviendo momentos y dejar que las ratas bailen la tarantela libres agitando un próximo encuentro que apague el incontrolable incendio en Ciudad Gótica.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Eleonor

Me resetearon tantas veces que ya no se cual es mi realidad. Si lo que recuerdo pasó, si fue en esta vida o producto de mi imaginación.
No tengo en claro qué versión de mi es la que soy. Si la que te ignoró, la que te habló primero, la que cruzó de vereda o la que te devolvió un beso.
¿y si no aun no te encontré en esta vida? No importa.
Me resetearon tantas veces que ya no se cual es mi realidad. Si lo que recuerdo pasó, si fue en esta vida o producto de mi imaginación.
No tengo en claro qué versión de mi es la que soy. Si la que te ignoró, la que te habló primero, la que cruzó de vereda o la que te devolvió un beso.
Y si no te encontré en esta vida, no importa. Siempre buscamos la forma de encontrarnos. En cualquier realidad.

Anagonye

La tarde está cayendo en la plaza y un señor delgado, de aspecto burgués y porte recto está sentado en un banco frente al mío. Baja el mentón y su mirada busca el reloj de pulsera en su muñeca. Sube la cabeza la dirige a la derecha y luego hacia la izquierda. Después posa su vista en un punto fijo cerca de mi cara. Se lo nota impaciente.
La acción se repite sin excepción cada dos o tres minutos con la precisión de un segundero.
¿A quién esperará ese señor en ese banco? ¿Estará ese banco tan frío como este? -Me pregunto-.
Pienso quién lo construyó y quién fue la primera persona en sentarse sobre él. Quién lo pintó y quién volvió a pintarlo al descascararse la pintura original.
¿cuántos vagabundos habrán dormido sobre él? ¿habrán pasado frío? ¿cuántas parejas de adolescentes se habran besado, sentados, entrelazando sus piernas y otros arrumacos? ¿habrá durado su amor? ¿habrán sido los mismos que grabron en él corazones flechados con sus iniciales? ¿cuántas parejas se habrán formado allí? ¿y cuántas habran discutido hasta romper? ¿cuántos corazones rotos habrá presenciado ese banco? ¿lo habrá sentido? Claro que no ¿qué clase de pregunta es esa?
¿A cuántas personas habrán dejado plantadas esperando ahí, mirando el reloj hacia la derecha y hacia la izquierda, reperidas veces, como el señor? ¿a quién esperará ese señor...? ¿y el señor? Miro el banco y el señor ya no está sentado en él. 
¿cuántas cosas más se me van a escapar en la vida por perseguir preguntas sin respuestas sobre un insignificante banco de plaza?
Lo cierto es que si sigo acá sendo. Nunca lo sabré.

viernes, 22 de noviembre de 2019

No hay noche en la que ella no aparezca en mi mente.
No es voluntario. Simplemente sucede.
Es que ¿cómo es posbile olvidar a quien te cambió la vida? ¿cómo es posible no percibir su ausencia? ¿cómo vivir con la idea de no volver a verla jamás?
Hay almas que nacen para encontrarse en vida y hay otras que están destinadas a unirse al abandonar este plano.
Al irse me dijo 《nos vemos en otra vida》 pero ¿qué sabrá ella de otras vidas? Si a duras penas pudo transitar esta.
El tiempo le dará la razón. O no. No me sentaré, tampoco, a esperar la respuesta.